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Hawai: luz y sol

 

Ud. Amigo lector seguro que ha escuchado oír hablar de las islas Hawai. Y la primera impresión que le viene a su mente al escuchar ese nombre es bellas playas, altas palmeras, risas, alegría y bienestar. Sufrimiento, enfermedad, dolor y muerte no son palabras que se le vienen a la mente al escuchar Hawai. Y puede ser que tampoco entrega, caridad, heroísmo y santidad.

Sin embargo, continúe a leer este artículo y se llevará una sorpresa. Una interesante y profunda sorpresa.

 Pero volvamos al continente europeo. En la ciudad de Tremeloo en Bélgica, nació un bebé el 3 de enero de 1840, que ya siendo niño en las manualidades infantiles, se destacaba por construir casas que recordaban las que ocupaban los misioneros en la selva. Un día junto con su hermana decidió -aún siendo un chiquillo- irse de la casa familiar, para haciéndose ermitaños, ambos dedicar su vida a la oración. Fueron rápidamente descubiertos y devueltos al hogar paterno.

Ese chico – que se llamaba Josef de Veuster, y que pasó a la historia como San Damián de Molokai-  tenía muy claro que su vocación era ser misionero. Un determinado día, escuchó en su parroquia, el sermón de un sacerdote redentorista que afirmara : «Los goces de este mundo pasan pronto… Lo que se sufre por Dios permanece para siempre… El alma que se eleva a  Dios arrastra en pos de sí a otras almas… Morir por Dios es vivir verdaderamente  y hacer vivir a los demás».

Esas palabras marcaron tanto su alma que  en 1859 ingresó en la Congregación de Misioneros de los Sagrados Corazones de Jesús y de María de Lovaina. Allí cultivó una gran admiración por San Francisco Javier a quien le pedía con insistencia:: «Por favor, alcánzame de Dios la gracia de ser un misionero  como tú». La ocasión llegó al enfermar su hermano, el padre Pánfilo, religioso de la misma Orden, que estaba destinado a Hawai. El entonces, fue destinado para  sustituirlo. Inició el viaje -que sería una travesía complicada – en 1863.

 Y en 1864, el 24 de mayo, Fiesta de María Auxiliadora, fue ordenado sacerdote en Honolulu, la capital como sabemos de aquellas islas.

 Una de las islas Hawái es Molokai o Moloka’i. Se trata de la quinta isla en tamaño.

 

Nos remontamos al año 1873 cuando una terrible noticia se esparció por todas partes. La terrible enfermedad de la lepra había surgido y como consecuencia de eso el Rey Kamehameha IV decidió que todos los leprosos del reino fueran trasladados a la isla, para allí vivir en una colonia establecida solo para ellos.

 ¿Qué relación hubo entre esa epidemia y aquél chiquillo belga, que ya como sacerdote misionero vivía en Hawai?. En nuestro próximo artículo encontrarás la respuesta. Y luz y sol…

 

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