fbpx

​El día 27 de noviembre de 2018 tuvimos la alegría de compartir con los mayores de la Residencia Virgen del Pilar en Boadilla del Monte, un convivio de gran provecho para todos, además de poder confortarles distribuyendo un bonito recuerdo de la Medalla de Milagrosa. Estando juntos a ellos fue de gran ayuda para soportar los sufrimientos que estaban viviendo. 

¿Quién no se conmueve ante las heridas, el dolor y el aislamiento de cualquier ser humano? Sólo alguien con un corazón de piedra, es capaz de no sentir compasión por un enfermo grave o ser indiferente a sus muestras de dolor.

Para aceptar al otro es preciso antes que nos sepamos aceptar nosotros a nosotros mismos. Es difícil que se acepte al otro el que no acepta a sí mismo. Primero he de aceptarme yo, he de estar conforme con el ser que soy, con las cualidades que tengo y con las limitaciones. Esta aceptación de uno mismo ha de ser incondicional; no me acepto a pesar de mis limitaciones y defectos, sino que me acepto con mis limitaciones y defectos, que procuraré ir superando. Las reacciones violentas, las estridencias, no son sino descargas de nuestros conflictos internos no maduros ante Dios.

El que vive “harto” de sí mismo termina “hartándose” de la vida y de los demás, y “hartando” a todos. No seremos capaces de aceptar a los demás como debemos, si no nos aceptamos a nosotros mismos. Una vez que uno se acepta a sí mismo y, a partir de ahí, sabe tomar la vida en sus manos y llamar las cosas por su nombre, el cambio a lo mejor llega sin que se advierta. Sentirse amado y aceptado por Dios tal como es, y aceptarse a sí mismo, es una fuente pura de felicidad: Dios me quiere como soy, y, desde como soy, trabajaré por la perfección.

Acoger es escuchar. Muchos no necesitan más que ser escuchados. Ser escuchados con afecto es para muchos una terapia. El desprecio más doloroso se suele expresar diciendo: no ha querido ni escucharme.

Escuchar no es simplemente oír; es oír con atención, con interés. El problema de innumerables personas es la incomunicación, no tienen interlocutores, aunque vivan con otros. Son muchas las personas que nadie escucha.

Escuchar no es fácil; es más fácil hablar de lo nuestro. Si amamos poco, se nos hará muy costoso. Tenemos tendencia a dar “mucha importancia a lo nuestro y menos a lo de los otros. Es difícil escuchar porque nos parece perder el tiempo, porque ya sabemos lo que nos van a decir, porque bastantes problema tenemos nosotros para que nos vengan con problemas, el ritmo de la vida nos dificulta la escucha, no tenemos tiempo”. Pero si somos sinceros, todo esto es excusa, muchas veces no es la falta de tiempo, lo que nos falta es interés y amor. El, que no escucha no será acogedor.

Escuchar es para acoger, y acoger es para ayudar a solucionar la situación, no para ser cómplice de ella.

Acoger es comprender. Acoger es comprender al otro desde dentro.