fbpx

Santa María de la belleza

 

 Santa María de todas las bellezas desde que el Señor te hizo la llena de gracia, la bendita entre todas las mujeres, Madre suya y Madre nuestra, tú eres la encarnación de todas las bellezas, la encarnación del género humano, la salud de nuestro pueblo, la Virgen de la belleza. Todos ponen sus ojos en ti. Tú eres fuente de inspiración artística. Los más delicados y las interpretaciones más puras se han puesto al servicio de tu “iconografía”. En ella se han reunido los conceptos que de la belleza ha tenido cada cultura y toda la gama de afectos, desde la ternura maternal hasta la tragedia pasional. Tú eres la fuente inagotable y perenne de pensamientos y de formas, donde siguen bebiendo teólogos, escritores, arquitectos, escultores, pintores, artistas, músicos, poetas, todos los creadores de arte y cultura. Tú eres la “flor” del cristiano, tú la encarnación de todas las bellezas, Santa María de la belleza.

 Quiero aprender a contemplarte en tus iconos, en tus incontables y variadas imágenes y descubrir, en cada una, un mensaje, la expresión de un concepto, de una verdad, de un sentimiento.

 Cuánto me gustaría contemplar tu rostro tal cual es, pero me resigno a ir adivinando tu belleza interior a través de las “representaciones” que han intentado hacer los artistas cristianos, que tienen el carisma de enseñar la verdad cristiana con el lenguaje, universal y fácilmente inteligible, de la belleza plástica.

 Ojalá hubiera un poeta, un místico, un teólogo, un contemplativo para cada imagen, que nos ayudara a descubrir todos los detalles y profundizar en todas las enseñanzas que cada ícono, cada imagen y cada advocación encierran y la fuerza sobrenatural que cada una comunica al que ante ella reza y se sitúa. Hay una especial presencia tuya, oh María, en cada imagen, y advocación aprobada y bendecida por la Iglesia.

 Deja que me extasíe cuando te contemplo con el Niño como Madre de Dios, sentada, entronizada, concentrada en tu maternidad divina y atenta a tus devotos y a todos los que te rezan, te visitan, te llaman de cualquier manera. Qué gracia y qué fuerza brota de tus santos iconos, de tus veneradas imágenes, qué enseñanza y qué estímulos para nuestra piedad.

 Quiero contemplarte e interpretarte bien cuando te veo adornada con coronas preciosas y vestidas de mantos que se desbordan por todos los lados, decorados con toda clase de adornos y franjas. A pesar de estar entronizada en tronos magníficos, no te desdeñas de jugar con el Niño, de acariciarlo, darle el pecho, invitarle a comer; el Niño se entretiene jugando con pájaros, flores e instrumentos musicales.

 También quiero fijar mis ojos en tus manos y en las de tu Hijo. Manos en alto, como orante, manos en el pecho como contemplativa, manos que señalan al Niño como camino y guía que eres, manos y brazos abiertos y dirigidos hacia la tierra repartiendo luces y dones, manos que indican tu Corazón de Madre, manos que ostentan un atributo, a veces raro, relacionado con alguna especial advocación. Quiero aprender el lenguaje de tus manos y el significado de lo que llevas y muestras en ellas. Quiero aprender también el significado de las manos de tu Niño. A veces las pone en tu corona, como jugando con ella, como expresión de tu condición de Reina y Señora, otras veces este Niño se torna eufórico y juguetón, que se apodera de cuánto está a su alcance. Me encanta contemplar el Niño Jesús juguetón en tu regazo y tu sonrisa complaciente. Enséñame a sonreír y tener paz. Enséñanos sencillez, alegría y buen humor.

 Queremos ensalzar la belleza dolorosa y esperanzada de una Madre que, al pie de la Cruz, ofrece el sacrificio con que su Hijo se inmola por la redención de todos los hombres. La belleza de una Madre espiritual que vive con los Doce las primeras jornadas de la Iglesia naciente y anima las primeras comunidades cristianas. La belleza de una criatura privilegiada, liberada de la corrupción del sepulcro y glorificada en cuerpo y alma, como precursora de los redimidos que en la parusía final del Señor  seremos glorificados, si fielmente seguimos a Cristo, camino, verdad y vida. Verdaderamente eres Virgen de la belleza, encarnación de todas las bellezas y gracias, “camino de belleza”, via pulchritudinis que conduce al Señor. Que sepamos interpretar tu belleza a través de las Bellas Artes y de las advocaciones, para embriagarnos e imitar tus virtudes.

 

 Santa María de la belleza, ruega por nosotros.

 

 (Citas extraídas del mencionado libro “Sub tuum praesidium Sancta Maria, Mater Ecclesiae” en las páginas 55 a 59, Editorial EDICE, Madrid 2016).

La Asociación Misericordia dio inicio en octubre pasado a una sección nueva. Se trata de transmitir regularmente unos preciosos pensamientos sobre la Santísima Virgen María de autoría del Obispo emérito de San Cristóbal de La Laguna, Canarias, Mons. Damián Iguacén Borau.
Este ilustre Prelado, fue el Obispo más anciano del mundo hasta su fallecimiento el 24 de noviembre.
Cuando Mons. Damián Iguacén cumplió cien años, la Conferencia Episcopal Española publicó un libro denominado “Sub tuum praesidium Sancta Maria, Mater Ecclesiae” que reúne una serie de escritos de D. Damián sobre la Virgen María, dedicados a las más variadas advocaciones y títulos de la Virgen por él ideados.
Por considerarlas de mucha utilidad para nuestros lectores, publicaremos regularmente citas de esos escritos de Mons. Iguacén en el libro editado por la CEE en la Editorial EDICE, Madrid 2016.