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Santa María de la fortaleza

 

Que bien suena esta advocación mariana en tiempos de titubeos, cobardías, indecisiones en materia de Fe y de costumbres. Hay cuatro virtudes que desempeñan un papel fundamental en la vida de toda persona honesta, cristiana. Se llaman virtudes cardinales, es decidir cómo “quicios”; en torno a ellas se agrupan las demás virtudes. Virtud, así en general, es disposición a hacer el bien, a dar lo mejor de sí mismo. Es virtuosa la persona que siempre tiende hacia el bien, que busca siempre el bien, y lo elige a través de las acciones libres que realiza.

Las virtudes cardinales son cuatro: prudencia, justicia, fortaleza y  templanza. En torno a ellas se agrupan las demás virtudes. No es bueno el que no es prudente, justo, fuerte, moderado, fuerte de voluntad y con dominio de sí mismo.

La fortaleza cristiana nos hace vencer el temor, incluso a la muerte, y nos da capacidad para llegar hasta la renuncia y el sacrificio de nuestra propia vida por defender una causa justa.

No podemos ser personas miedosas, acobardadas, ni indecisas. Se dice que la vida es una lucha. La vida Cristiana sí que lo es.

Es un combate espiritual continuo, que hemos de realizar con ánimo y sin cesar, para hacer frente en los momentos difíciles, y acabar el combate “sin perder terreno”.

Hay mal en el mundo, porque hay pecado, malicia en el corazón de los hombres y mujeres del mundo. En el origen, en la raíz de todo lo que va mal hay siempre pecado de alguien. El mal no está en las cosas, sino en el abuso de las cosas. La solución está en cambiar los corazones.

La mentira y el mal nunca se presentan como son, se camuflan, se presentan como progreso, como bienestar, como sociedad del bienestar. Estos tales son falsos apóstoles, obreros tramposos, disfrazados de apóstoles de Cristo, y no hay que extrañarse, pues el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz, dice San Pablo.

Hay una campaña de desarme espiritual. Nos quieren quitar las armas del espíritu, de las que nos podíamos fiar: la Fe, la oración, el temor de Dios, las prácticas religiosas. Muchos cristianos están a la intemperie, espiritualmente desmantelados, “creyentes, pero no practicantes”. Estamos perdiendo terreno. El mal avanza, no porque tenga fuerza, sino por nuestras cobardías.

Da la impresión como si hubiera caído un profundo sopor sobre muchos cristianos. Damos la impresión de estar como inconscientes, alejados de la realidad, del momento importantísimo que vivimos. No sé si ha habido un momento, un  tiempo más ilusionante para ser cristianos como nuestro tiempo.

Hay que definirse. No podemos ser neutrales, o se está contra el mal, con Jesús, o se está con el mal, en contra de Jesús, que ha venido “a quitar el pecado del mundo” que es la raíz de todos los males. Estar con Jesús no es solo ser partidario, ser seguidor; no es solo creer su doctrina, hacer algún acto de adhesión a su persona y a su obra, esto desde luego; pero estar con Jesús es algo más, es una adhesión total: “Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser”. Otras adhesiones no piden tanto, esta si.

Lo que ensucia la vida del cristiano es el pecado, todo pecado; pero nada hay que la ensucie tanto como el egoísmo. No hay persona más sucia que el egoísta. Un espejo entero, limpio, pero empañado, empolvado, tampoco refleja bien la imagen que se pone delante. Esto es un cristiano, descuidado en su vida espiritual. El polvo es signo de descuido, de indelicadeza; limpiar el polvo es señal de delicadeza, de pulcritud, de sensibilidad, de atención al detalle, de interés por las cosas.

No busquemos nuestra propia gloria. Las cualidades que tenemos, el brillo, las obras grandes que hagamos, todo debe servir para que todos glorifiquen a Dios. Hemos de tener mucho cuidado para no usar mal, en provecho propio, las cualidades que Dios nos ha dado para ponerlas en servicio de su gloria y del bien de nuestros hermanos.

“Nuestra Señora de la Fortaleza” está con nosotros. El cristiano es testigo de la victoria de Cristo. Una actitud de acomplejado, una postura que titubeante, será lo contrario de lo que se debe ser. Una postura de ambigüedad y de pusilanimidad sería lo contrario más aún, la negación del propio ser cristiano. Hombres y mujeres fuertes nos quiere el Señor.

Hemos de ser valientes defensores de la verdad y del bien, valientes y humildes defensores del Evangelio; la humildad nos hace ser más valientes. Lo nuestro es irradiar a  Cristo en todas partes.

Nuestra Señora de la Fortaleza; Dios todopoderoso te ciñó de valor: intercede por nosotros, para que nos conceda fortaleza en la Fe, seguridad en la esperanza y constancia en el amor.

Santa María de la fortaleza, ruega por nosotros

 

(Citas extraídas del mencionado libro “Sub tuum praesidium Sancta Maria, Mater Ecclesiae” en las páginas 55 a 59, Editorial EDICE, Madrid 2016).

La Asociación Misericordia dio inicio en octubre pasado a una sección nueva. Se trata de transmitir regularmente unos preciosos pensamientos sobre la Santísima Virgen María de autoría del Obispo emérito de San Cristóbal de La Laguna, Canarias, Mons. Damián Iguacén Borau.
Este ilustre Prelado, fue el Obispo más anciano del mundo hasta su fallecimiento el 24 de noviembre.
Cuando Mons. Damián Iguacén cumplió cien años, la Conferencia Episcopal Española publicó un libro denominado “Sub tuum praesidium Sancta Maria, Mater Ecclesiae” que reúne una serie de escritos de D. Damián sobre la Virgen María, dedicados a las más variadas advocaciones y títulos de la Virgen por él ideados.
Por considerarlas de mucha utilidad para nuestros lectores, publicaremos regularmente citas de esos escritos de Mons. Iguacén en el libro editado por la CEE en la Editorial EDICE, Madrid 2016.