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Estoy muy preocupado, porque, además sé que la fuerza de la evangelización queda muy debilitada cuando los evangelizadores andan divididos entre sí con tanta suerte de discordias.

Incondicional es el adepto sin límite ni condición alguna… …No podré ser incondicional si no admiro seriamente a la perfección, sin la cual no seré apto para anunciar tu  Reino. No podré ser incondicional si no soy ‘manejable’ por el «santo entregamiento», instrumento dócil que no ofrece resistencia al que lo ha manejar. Está en disponibilidad el que vale, puede y quiere. Yo puedo, sirvo y valgo con tu gracia.  Y, si puedo y sirvo para algo en tu Iglesia, ¿por qué no me he de ofrecer? Quiero ser incondicional. Pero ayúdame a vencer los muchos obstáculos que se opone. Que sepa vencer la pusilanimidad, el miedo, la pereza y la comodidad. Que sepa salir de mis ‘instalaciones’, donde tan bien me encuentro situado: la instalación y el atrincheramiento no dejan desarrollar la incondicionalidad. Que sepa mirarlo todo con ojos de Fe, con mirada sobrenatural, para que no sea un calculador y egoísta que busca lo que le conviene y lo que le va bien.

Me negaré a mí mismo y me esforzaré para ser siempre manso y humilde de corazón, a fin de facilitar la concordia, la paz y la unidad.

La cruz es como balanza donde la entrega voluntaria de unos compensa las deficiencias de otros. Yo quiero compensar algo en tu Iglesia con mi incondicionalidad.

Mi incondicional entrega es para siempre y en todo, una entrega en plenitud, sin reserva alguna que, además, me impulse a hacer todo y siempre con prontitud, diligencia y alegría. Renuncio definitivamente a erigir mi propio proyecto en norma última de mi propia construcción y de mi tarea.

Tú Señor, nunca respondes a nuestros deseos sino después de haberlos transformado profundamente. Identifícame contigo, transfórmame en ti; infunde en mi corazón los mismos sentimientos del tuyo; quiero verlo todo desde ti, con tus ojos.

Al contemplar la escena de la Anunciación me he sentido llamado a ser incondicional como tú, como el ángel, como María. Tu eres el ‘amén” incondicional al Padre y dices ‘aquí estoy, para hacer tu voluntad’.

Me impresiona contemplarla en esta escena. Ella se siente llamada y se da por aludida: ‘¿A mí? ¿El Señor? ¿Si? ¿Lo quiere? ¡Hágase! Sin reservas, sin reticencias, sin condiciones, sin explicaciones.

Santa María de la Incondicionalidad, que eres dichosa porque has creído y sientes cómo el Señor hace por ti maravillas porque le dijiste ‘hágase’; dame parte de ese espíritu de incondicional tuyo, para que también pueda hacer por mi cosas grandes el Señor en su Iglesia.

Santa María de la Incondicionalidad, esclava únicamente del Señor; ven en mi ayuda, para que nada ni nadie me condicione, me domine, ni me ofusque, ni me engañe. Como tú, quiero ser solo de Dios, con un corazón libre, desapasionado, desapegado de todo egoísmo, independiente, sin dejarme arrastrar por nada ni por nadie, sereno, equilibrado, sin que me domine el gusto ni me deje llevar de afectos y apegos a personas o cosas.

Santa María de la Incondicionalidad, qué encantadora te encuentro en esta escena de la Anunciación. Te sientes llamada por Dios a colaborar activamente, te aseguras qué quiere de ti, y extiendes tu brazo jubiloso, diciendo: ‘Allá voy Señor, lo que tú quieras, donde tú quieras’. Yo lo mismo: ‘Dónde tú quieras, Señor, donde tu Iglesia me diga; tu palabra me viene por la Iglesia y a través de ella y de mis superiores: hágase en mi según tu palabra, Santa María de la Incondicionalidad, contigo y desde tu Corazón de fiel esclava, de auténtica incondicional, quiero decirle siempre y en todo al Padre: “Sí, yo aquí estoy, Amén, aleluya”.

Santa María de la incondicionalidad, ruega por nosotros.

Citas extraídas del citado libro Sub tuum praesidium Sancta Maria, Mater Ecclesiae en las páginas 220 a 223, Editorial EDICE, Madrid 2016).

La Asociación Misericordia dará inicio a una sección nueva. Se trata de transmitir regularmente unos preciosos pensamientos sobre la Santísima Virgen María de autoría del Obispo emérito de San Cristóbal de La Laguna, Canarias, Mons. Damián Iguacén Borau.

Este ilustre Prelado, es el Obispo más anciano del mundo. Todo un récord digno del Guinness World of Records.

Cuando Mons. Damián Iguacén cumplió cien años -ahora tiene 104- la Conferencia Episcopal Española publicó un libro denominado “Sub tuum praesidium Sancta Maria, Mater Ecclesiae” que reúne una serie de escritos de D. Damián sobre la Virgen María, dedicados a las más variadas advocaciones y títulos de la Virgen por él ideados.

Por considerarlas de mucha utilidad para nuestros lectores, publicaremos regularmente citas de esos escritos de Mons. Iguacén en el libro editado por la CEE en la Editorial EDICE, Madrid 2016.