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Santa María de las disminuciones

 

Señor Jesucristo, me ha impresionado lo que he oído a tu precursor hablando de ti: ‘Conviene que él crezca y yo disminuya’. Qué pocos son los que quieren disminuir. Qué difícil es aceptar y encajar ‘disminuciones’. Con el espíritu del precursor, yo quiero también aprender a disminuir y aceptar mis disminuciones.

 No se posee sino aquello a lo que se renuncia. Todo a lo que no se renuncia se nos escapa. Para tenerte a ti hay que desprenderse de lo otro. No se puede poseer nada sin pasar por ti.

 Santa María de las disminuciones; no sé si puedo llamarte así a ti, la Virgen llena de gracia, la Mujer en plenitud, santa y gloriosa; pero me da confianza invocarte como la Virgen de las disminuciones. Porque también en eso eres mi Madre, mi modelo y mi auxilio.

 Santa María de las disminuciones, San José que, unido a María y a Jesús, ejerciste un papel tan disminuido ante los ojos del mundo, queremos aprender de vosotros a aceptar nuestras disminuciones que entran de lleno en los planes de Dios para nuestro bien.

Qué trilogía tan bella y tan aleccionadora la que formáis Jesús, María y José, los tres ‘disminuidos’ ante la mirada de los hombres.

 Casi siempre hay amargura en los cambios, en los nombramientos, en las sustituciones y algún resentimiento. Sin duda, es costoso ‘soltar la sartén del mango’.

Señor, tú dices que todo tiene su tiempo’. También hay tiempo de disminuciones. La disminución tiene un momento en nuestra vida. Lo importante es saber el tiempo, disminuir a su tiempo, aprovechar el tiempo de las disminuciones como tiempo de salvación. La disminución generalmente causa contrariedades a quien la padece, incapacita, más o menos, para actuar como antes, ocasiona dificultades e inconvenientes, y es un obstáculo para poder llevar a cabo nuestros deseos e ilusiones. Santa María de las disminuciones, ayúdanos con tu intercesión, para no sentirnos anulados, inutilizados ni disminuidos por nuestras dimensiones.

Los obstáculos no siempre son malos y aviesos. No hay perversidad en los ríos y montañas que dificultan y obstaculizan nuestro camino. No es una desgracia encontrar dificultades. No hagamos tragedia cuando nos sintamos disminuidos o anonadados, porque ya no sabemos o no podemos hacer lo que siempre hemos hecho. Las incapacidades no hacen inútil la vida. Los obstáculos pueden ser unos auténticos bienhechores nuestros, precisamente porque nos plantan cara y se niegan a decir sí a nuestros deseos.

 No confundamos obstáculos con contrariedad. Señor, que descubra la eficacia de mis disminuciones. Cuando llegue el tiempo de las disminuciones, no te pido intervenciones milagrosas para que me las quites; solo te pido la gracia de una humilde perseverancia en tu seguimiento, cuando me vea disminuido en fuerzas o en ilusiones. Sería una grave torpeza mía extrañarme o indignarme por los obstáculos que encuentro.

 Llegará el tiempo en que no podremos abarcar tantas cosas como antes o no nos dejarán; nos veremos ‘menos’ que otros, o nos harán menos; seremos menos fuertes, menos capaces, menos importantes, menos felices, menos atractivos; tendremos menos prestancia, menos suerte, menos fortuna; nos sentiremos preteridos, rebajados, disminuidos, anulados, ante los otros; la enfermedad, los fracasos, la envidia y malicia de los otros, la edad, irán disminuyendo nuestras posibilidades; nos daremos cuenta de que disminuye nuestro vigor físico y mental, nuestra potencia, nuestras facultades; la edad irá marcando las huellas de su paso, arañando el alma y arrugando la piel, blanqueando el cabello y haciendo flácidas nuestras carnes, titubeantes nuestras piernas y limitados los sentidos; llegará el tiempo en que ‘otro te ceñirá’. Que descubramos entonces el tiempo de desprenderse. Ayúdanos, Señor, a descubrir las grandes posibilidades que se nos abren cuando comienzan las disminuciones.

 Pero, la riqueza de una vida no está solo en hacer, sino ante todo en ser. No disminuyen las posibilidades de vida espiritual cuando las fuerzas humanas disminuyen.

 Que en mis disminuciones no sea un cobarde.

 ‘Dichoso quien revive la lozanía de la infancia en la paz de la madurez. Dichoso el que nunca deja de maravillarse. Dichoso el que, a pesar de su pobreza, sigue amándose’. ‘Dichoso el que sabe encararse con el triunfo y el desastre y tratar de la misma manera a estos dos impostores.

 Las disminuciones nos hacen niños; esos niños que nunca quizás fuimos; las disminuciones nos achican, para poder entrar en el reino de los cielos.

                    Santa María de las disminuciones, ruega por nosotros.

 (Citas extraídas del mencionado libro Sub tuum praesidium Sancta Maria, Mater Ecclesiae en las páginas 148 a 153, Editorial EDICE, Madrid 2016).

La Asociación Misericordia dio inicio en octubre pasado a una sección nueva. Se trata de transmitir regularmente unos preciosos pensamientos sobre la Santísima Virgen María de autoría del Obispo emérito de San Cristóbal de La Laguna, Canarias, Mons. Damián Iguacén Borau.
Este ilustre Prelado, fue el Obispo más anciano del mundo hasta su fallecimiento el 24 de noviembre.
Cuando Mons. Damián Iguacén cumplió cien años, la Conferencia Episcopal Española publicó un libro denominado “Sub tuum praesidium Sancta Maria, Mater Ecclesiae” que reúne una serie de escritos de D. Damián sobre la Virgen María, dedicados a las más variadas advocaciones y títulos de la Virgen por él ideados.
Por considerarlas de mucha utilidad para nuestros lectores, publicaremos regularmente citas de esos escritos de Mons. Iguacén en el libro editado por la CEE en la Editorial EDICE, Madrid 2016.