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Santa María de los acobardados

Santa María, Madre de Dios, vengo a ti con una gran preocupación. Jesús ha dicho que “el que se avergüence de él delante de los hombres, también él se avergonzará ante su Padre del cielo”.  Estoy contemplando el triste espectáculo: seguidores de Jesús llenos de complejos, hombres y mujeres que se avergüenzan de ser cristianos, no se atreven a decir que son creyentes, o son creyentes pero no practicantes, creen en Jesucristo pero no en la Iglesia. Da la impresión de estar entre gentes acobardadas, acomplejadas, que disimulan y ocultan su condición de creyentes y de consagrados. Santa María de los acobardados, ayuda a los pusilánimes, da fortaleza a los débiles, socorre a los acomplejados que se hallan trabados en la práctica de la virtud y de la vida cristiana.

La vida cristiana es ascesis, esfuerzo, lucha y combate. Cuando se habla del combate cristiano no se habla de una figura retórica, sino de una realidad presente en la vida de todo cristiano que quiera manifestarse fiel. Hemos recibido la consigna de combatir “los buenos combates de la fe”, “hacer frente en los momentos difíciles y acabar el combate sin perder terreno”. Los cobardes, miedosos y acomplejados siempre acaban perdiendo terreno. Santa María de los acobardados, que nuestros cristianos y sacerdotes y consagrados jamás sean un conjunto de acomplejados, sino valientes seguidores de Jesús, a cara descubierta, con el fervor de los santos.

Lo verdaderamente lamentable es que nosotros mismos nos estamos dejando desarmar espiritualmente, por nuestra debilidad y cobardía. Hemos caído en una afanosa búsqueda de comodidad, rehuimos todo sacrificio y todo esfuerzo, nos vamos volviendo lánguidos, sin fuerza interior; incapaces de afrontar la tentación, ni hacer frente a una situación difícil, incapaces de resistir a la presión del ambiente, incapaces de oponer resistencia al mal, incapaces de hacer ninguna renuncia ni asumir apenas ningún compromiso.

Lo natural se va imponiendo poco a poco sobre cualquier otro valor sobrenatural. Una sensualidad dulce, corrosiva, nos va destruyendo por dentro, desde dentro, lentamente, sutilmente y se van enervando y aflojando las fuerzas del espíritu. Entre tanto, rezamos menos, acudimos menos a los sacramentos, participamos menos en la Eucaristía, nos sacrificamos menos,  hacemos menos meditación o no la hacemos. ¿Qué nos está sucediendo, Santa María de los acobardados?

Santa María de los acobardados, mira con misericordia a los que “esconden la cabeza bajo las alas”, a los que “cambian de chaqueta”, a los que sienten rubor de manifestarse consagrados o creyentes, a los que se esconden, se acomodan a las situaciones cediendo, a los que mudan el color como los camaleones. Santa María de los acobardados, danos ánimo para que sepamos ir con la cara descubierta, danos fuerza para dar la cara por Cristo y su Iglesia.

Un modo trágico dé avergonzarse de Cristo es sucumbir a la tentación de renunciar a la perfección y no aspirar a la santificación personal, considerando todo eso algo desfasado, ilusorio, fanático.

Jesucristo habló y actuó siempre con autoridad. Pero el mundo no tolera que se le hable con autoridad y “mata” a los profetas.

Jesucristo suscitó el odio y el desprecio de muchos. Nosotros sus discípulos seguidores, también participaremos, en un momento u otro, de estos desprecios y odios contra Jesús. El miedo al desprecio, a ser menos apreciados o valorados, a perder el prestigio o la estima de amplios sectores de la sociedad secularizada, pueden llevarnos a caer en complejos de inferioridad, temor a hacer el ridículo, a hacer el “hazmerreir”, a ser antiguos y tradicionales. Santa María de los acobardados, no nos dejes caer en la tentación de Pedro, que tuvo vergüenza de decir que era de Jesús.

Jesucristo dijo que nosotros no somos del mundo. No podemos configurarnos al estilo del mundo, ese mundo que no acepta los criterios evangélicos. Al estar en el mundo y no ser del mundo podemos caer en el complejo de “bichos raros” y querer huir hacia el anonimato, a pasar desapercibidos como tales cristianos.

Jesús reprendió a los fariseos porque se preocupaban casi exclusivamente de las apariencias.

No hemos de ser seguidores vergonzantes discípulos ocultos por el miedo. Es malo hacer ostentación vana y usar los signos visibles y externos como coartada, buscar a través de ellos privilegios y situaciones de honor o convertirlos en provocación. Pero también es malo ocultarlos y ocultarnos, avergonzarnos de Cristo por cobardía, miedo o complejos. Los signos externos tienen también una razón de ser y una actualidad en el mundo secularizado. Son signos de realidades trascendentes, recordatorio permanente para los olvidadizos de Dios, estímulos para la fidelidad y la perseverancia y ¡ayuda y defensa!

Santa María de los acobardados, ayúdanos a purificar nuestras actitudes y nuestros comportamientos externos, para descubrir la carga de fariseísmos o de complejos y cobardías que encierran.

Santa María de los acobardados, danos valor para ir a cara descubierta reflejando como espejos la gloria del Señor.

Santa María de los acobardados, ruega por nosotros.

Citas extraídas del citado libro Sub tuum praesidium Sancta Maria, Mater Ecclesiae en las páginas 17 a 21, Editorial EDICE, Madrid 2016.

La Asociación Misericordia dio inicio en octubre pasado a una sección nueva. Se trata de transmitir regularmente unos preciosos pensamientos sobre la Santísima Virgen María de autoría del Obispo emérito de San Cristóbal de La Laguna, Canarias, Mons. Damián Iguacén Borau.
Este ilustre Prelado, fue el Obispo más anciano del mundo hasta su fallecimiento el 24 de noviembre.
Cuando Mons. Damián Iguacén cumplió cien años, la Conferencia Episcopal Española publicó un libro denominado “Sub tuum praesidium Sancta Maria, Mater Ecclesiae” que reúne una serie de escritos de D. Damián sobre la Virgen María, dedicados a las más variadas advocaciones y títulos de la Virgen por él ideados.
Por considerarlas de mucha utilidad para nuestros lectores, publicaremos regularmente citas de esos escritos de Mons. Iguacén en el libro editado por la CEE en la Editorial EDICE, Madrid 2016.