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Santísima Virgen María, hoy vengo a invocarte como Santa María del conversar. En tu vida hubo muchos silencios y soliloquios, pero también conversaciones y encuentros; viviste una vida oculta y silenciosa, pero también estuviste entre la gente, conversando y charlando, alternando y comentando. Tengo gran curiosidad por saber cómo hablabas, de qué hablabas, cómo lo decías.

Los evangelistas relatan siete intervenciones tuyas y todas son diálogo: con el ángel, con Isabel, con Jesús, con las gentes de Caná. Hablabas con José, tu esposo; conversabas con Jesús, tú Hijo; hablabas con la gente de tu pueblo Nazaret, con los parientes que venían a tu casa; tú conversabas con los Cristianos de las primeras comunidades y les explicabas cosas que sólo tú sabías de Jesús.

Entre nosotros se conversa mucho, se habla mucho, pero no lo suficiente y no siempre bien. Santa María del bien decir, de la conversación, enséñanos a hablar. No queremos aprender de ti elocuencia y literatura para solo saber decir bellamente lo que no vale la pena decir; queremos aprender de ti qué es lo que tenemos que decir y cómo lo hemos decir; queremos aprender no el arte de conversar, que eso también es muy importante y muy bueno, sino de qué tenemos que conversar y cómo, para no destruir, sino edificar, para no ofender la verdad ni el bien. “Que nadie os engañe: la conversación mala estraga las buenas costumbres” nos advierte el apóstol.

Madre del bien decir, enséñanos a decir bien.

En nuestras conversaciones, habladas o escritas: lecciones, charlas, conferencias, declaraciones, diálogos, coloquios, escritos, libros, conversaciones públicas y privadas, además de los interlocutores visibles, siempre asisten dos interlocutores invisibles, el Ángel y el demonio, uno y otro intervienen con sus insinuaciones para que digamos el bien o el mal, la verdad, la media verdad o la mentira. En toda conversación puede haber bien o mal, verdad, media verdad o mentira. Nuestro problema es hablar o no hablar, decir o callar, decir o callar, decirlo “tal cual” o “envuelto”, intervenir o dejar pasar, decirlo de un modo o de otra manera. Y siempre intenta meter su baza “el demonio”, que suele actuar como “demonio charlatán”, como “demonio mudo” o como “demonio ambiguo”. Tú, qué siempre triunfas del mal, Santa María de la conversación y del bien decir, ayúdame a vencer estas tres clases de “demonio”, para no caer en la verborrea, en el mutismo, en la ambigüedad.

Una actitud de acomplejado, una postura titubeante, la ambigüedad y la pusilanimidad, es lo más opuesto a lo propio de un cristiano. No seamos unos inconscientes. Mientras Jesús hablaba de pasión y muerte que iba a sufrir; ellos discutían quién era el primero.

Nuestra actividad en la Tierra, dice San Agustín, debería ser un reflejo del cielo y resumirse en un Amén, Aleluya. Amén a todo el plan de Dios sobre nosotros y sobre el mundo.

Nos tiene que preocupar tanta explotación del escándalo, la violación de la intimidad de personas, la irresponsable emisión de juicios temerarios sobre persona  e instituciones, la frecuente conversión del rumor en noticia, que debería haber sido confirmada, verificada, antes de ser lanzada.

Buscar siempre la verdad en lo que se dice y se trasmite, nunca se venda, ni se disimule, ni se altere para agradar, causar asombro, ganar fama y dinero, La verdad es la verdad.

Cuando se difama hay obligación de reparar el daño. Mucho cuidado, qué “palabra y piedra suelta no tienen vuelta”.

En el fondo de todo comentario hiriente, maledicencia y frases despectivas suele haber siempre envidia, no hay que creerlo tal como lo dicen. “Palabra y piedra suelta no tienen vuelta” dice el refrán. Cuidemos bien qué decimos y cómo lo decimos. “Las palabras vuelan, los escritos permanecen”. Es grande la responsabilidad de los que prodigan noticias falsas, bulos, chismes, calumnias.

Purifiquemos ¡nuestros labios y nuestras plumas!

La primera oración litúrgica de cada mañana es: “Señor, ábreme los labios y mi boca proclamará tu alabanza”. Nuestros labios están hechos para “bien decir”, no para “mal decir”. Santa María del buen conversar, ayúdanos a ser siempre amantes de la verdad y modelos del “buen conversar”.

Santa María del buen conversar, ruega por nosotros

(Citas extraídas del citado libro Sub tuum praesidium Sancta Maria, Mater Ecclesiae en las páginas 60 a 74, Editorial EDICE, Madrid 2016).

La Asociación Misericordia dará inicio a una sección nueva. Se trata de transmitir regularmente unos preciosos pensamientos sobre la Santísima Virgen María de autoría del Obispo emérito de San Cristóbal de La Laguna, Canarias, Mons. Damián Iguacén Borau.

Este ilustre Prelado, es el Obispo más anciano del mundo. Todo un récord digno del Guinness World of Records.

Cuando Mons. Damián Iguacén cumplió cien años -ahora tiene 104- la Conferencia Episcopal Española publicó un libro denominado “Sub tuum praesidium Sancta Maria, Mater Ecclesiae” que reúne una serie de escritos de D. Damián sobre la Virgen María, dedicados a las más variadas advocaciones y títulos de la Virgen por él ideados.

Por considerarlas de mucha utilidad para nuestros lectores, publicaremos regularmente citas de esos escritos de Mons. Iguacén en el libro editado por la CEE en la Editorial EDICE, Madrid 2016.