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Santa María modelo de sensatez y buen juicio

 

Señor que hiciste a Santa María Reina de la caridad, Virgen singular, mujer nueva, tan sencilla y humilde, tan llena de benignidad y gracia, tan serena y prudente, de tan buen juicio y sentido común que es el honor del género humano, el modelo del creyente. Vengo a pedirte sensatez y sentido común, ecuanimidad y buen juicio. Nos hace mucha falta.

Tú reprendiste la superficialidad de los que hacen las cosas “para ser vistos”. Tú destacaste la reciedumbre del Bautista y denunciaste la conducta de los que son tornadizos como “veletas” y cambiantes “como cañas agitadas por el viento”. Tú condenas la ambigüedad y las “medias tintas”, y nos adviertes: “Que vuestro hablar sea sí, sí o no, no”.

 Sin embargo reina la ambigüedad, el titubeo, la vacilación, la indefinición.

Cuánta ligereza y superficialidad en el obrar. Cuánta vaciedad y falta de sentido común en nuestra conducta cristiana. Cuánta majadería e insensatez.

 Necesitamos hombres y mujeres sensatos y de buen juicio, de rica vida interior.

 Necesitamos personas ricas en ideas sanas, en afectos sinceros, en ilusiones contagiosas y estimulantes, personas que se preocupen desinteresadamente por los demás: que no vivan para sí mismos que no pasen factura del bien que hacen; que sepan dar sin esperar que les den, aunque no saquen nada ni reciban nada.

 Necesitamos con urgencia personas que tengan serenidad, sensatez, sentido común, ecuanimidad, calma, cordura, buen juicio; personas lúcidas, de corazón libre, que no vayan tan de prisa que nos estrellen, no tan despacio que frenen, retarden o impidan la llegada de tu Reino. Necesitamos personas que, dueñas de sí mismas, ricas en “reflejos” sobrenaturales, sepan frenar y acelerar, avanzar y parar, que lleguen siempre a tiempo, en el momento oportuno, a “tú” hora. Casi siempre llegamos tarde, Señor. Perdona esta falta de sentido común cristiano, esta insensatez, que nos asemeja a las doncellas necias de la parábola.

 Necesitamos personas que inspiren confianza, que sean buenos guías. ¡Qué malo es vivir en soledad, oscuridad y desconfianza!. Necesitamos personas que ahuyenten nuestras preocupaciones inútiles, nuestros miedos y angustias. Envía, Señor, personas que inspiren serenidad, seguridad, confianza a tu pueblo, a veces desorientado.

 También nos hace falta, Señor, el sentido de la proporción. Te pedimos que nos concedas abundantemente ese sentido de la proporción evangélica; que tengamos muy clara la escala de los verdaderos valores; que sepamos jerarquizar las cuestiones y escoger las prioridades según tu voluntad. No todo tiene la misma importancia, ni la misma urgencia. No todo es igual.

 No hay vida interior, profunda, sin silencio. Hay que cultivar el silencio. Necesito en mi vida espacios de silencio. Se habla mucho. Se grita mucho. Todo es ruido, vocerío, agitación, noticias, canciones. Ese griterío estridente, ese vocerío inacabado, aturde el alma, atonta el espíritu.

 Hace falta silencio para escuchar. Solo las personas profundas saben escuchar. Amar es escuchar. Pero apenas escuchamos, no oímos, de tanto ruido que hay en nuestro interior y a nuestro alrededor. Hablamos todos, cada uno de lo suyo; hablamos mucho, de todos, de todo. Son pocos quizá, los que hacen silencios para escuchar.

 Jesús “infante”, María “silenciosa” enseñadme que también hay “tiempo de callar”. Hay un silencio exterior, que ha de ser tenido en gran estima. Si no callamos, no aprendemos a callar.

 El amor al silencio nos va conduciendo al silencio del amor, entonces se habla poco y se hace mucho. Y a ese otro “alto” silencio, interior, profundo, fecundo, donde se percibe la voz de Dios, que retumba potente en el alma, la conmueve y la acalla y serena.

 Las cosas grandes se hacen en silencio. En silencio madura la espiga. En silencio trabaja la raíz. En silencio elabora el pensamiento, las ideas. En silencio ruedan los astros por el inmenso cielo. Muchas veces hablamos tanto porque tenemos pocas cosas que decir. Muchas veces decimos bellamente lo que no vale la pena decir. Solo ese “alto” silencio es grande: lo demás es flaqueza.

 Santa María la del Silencio, la de la Intimidad con Jesús en los largos años de su vida oculta, ayúdame a entrar en las profundidades de la vida oculta, de la vida interior, de la vida profunda en la sensatez, ecuanimidad y buen juicio, como corresponde a un discípulo de Cristo. Santa María de la sensatez, de la ecuanimidad, del sentido común y del buen juicio, ruega por nosotros.

  Santa María modelo de sensatez y buen juicio, ruega por nosotros

Citas extraídas del mencionado libro Sub tuum praesidium Sancta Maria, Mater Ecclesiae en las páginas 270 a 272, Editorial EDICE, Madrid 2016).

 

La Asociación Misericordia dio inicio en octubre pasado a una sección nueva. Se trata de transmitir regularmente unos preciosos pensamientos sobre la Santísima Virgen María de autoría del Obispo emérito de San Cristóbal de La Laguna, Canarias, Mons. Damián Iguacén Borau.
Este ilustre Prelado, fue el Obispo más anciano del mundo hasta su fallecimiento el 24 de noviembre.
Cuando Mons. Damián Iguacén cumplió cien años, la Conferencia Episcopal Española publicó un libro denominado “Sub tuum praesidium Sancta Maria, Mater Ecclesiae” que reúne una serie de escritos de D. Damián sobre la Virgen María, dedicados a las más variadas advocaciones y títulos de la Virgen por él ideados.
Por considerarlas de mucha utilidad para nuestros lectores, publicaremos regularmente citas de esos escritos de Mons. Iguacén en el libro editado por la CEE en la Editorial EDICE, Madrid 2016.