fbpx

Santa María pilar sagrado y colosal muleta para débiles y desvalidos

 

Señor Jesucristo, cuando contemplo a tu Santísima Madre, la Virgen María, bajo la advocación del Pilar, me encanta contemplarla también como amparo celestial y colosal muleta para remedio de nuestras debilidades y cojeras. Y me siento muy contento y agradecido. Porque estoy viendo que casi todos los seres humanos cojeamos de algo, cojeamos mucho, en muchas cosas y de muchas maneras. Anda que no hay paralíticos, cojos y claudicantes, también en su fe, en su vida Cristiana y en su conducta moral, pública y privada. Aquí señor, “el que no cojea, renquea”. Necesitamos unas buenas muletas para ir teniéndonos en pie y no acabar de caer. Muletas en sentido literal y muletas en sentido alegórico, “apoyos”, para tantas discapacitaciones y limitaciones que tenemos en el cuerpo y en el alma.

Pienso que, siendo Pilar, la Virgen María es providencial punto de apoyo, como bastón, muleta para sostener nuestra fe vacilante y débil, para afirmar nuestra esperanza insegura, y para consolidar nuestra caridad floja y poco comprometida; un remedio para nuestras frecuentes claudicaciones en las ideas y en los comportamientos.

Qué gozo pensar que tu Santísima Madre es Pilar que sostiene, afianza y afirma, que impide el derrumbamiento, es muleta que permite ir de pie al que no se tiene en pie; es bastón donde se apoyan nuestras debilidades. Gracias, Señor. Ojalá sepamos valernos de esta preciosa ayuda que has dado a nuestra fragilidad humana, de este remedio tan eficaz para nuestros males.

En la iconografía de los Santos hay bastones y cetros, símbolo de poder y dignidad, y también de generosidad y benevolencia. Falta ver muletas como detalle iconográfico específico. Ya las tenemos. Al acercarme a ti, Virgen Santa del Pilar, descubro que tu Pilar es muleta y amparo celestial. Pero acabo de descubrir, también, preciosas muletas en mano de una mujer tullida, elevada a los altares, proclamada bienaventurada. Qué alegría. Al glorificar la Iglesia a la Madre Genoveva Torres la mujer tullida, cuyo cuerpo reposa junto al Pilar, han sido glorificadas todas las muletas de todos los tullidos del mundo, han adquirido una categoría singular, han dejado de ser signo de invalidez y se han convertido en instrumento hecho para perfeccionamiento y santificación de quien las tiene que usar.

Santa María, tu que eres Pilar, muleta providencial para todos los discapacitados, haz que ningún inválido en la tierra encuentre ya barreras en su camino, ni en sí mismo, y en los otros, tampoco barreras arquitectónicas, tampoco barreras que llaman marginación, tampoco barreras psicológicas y el no sentirse comprendidos o por no aceptar su propia realidad.

No es lo peor tener que usar muletas, u otras prótesis y ortopedias por deficiencias físicas, lo peor es estar inmovilizados por dentro, por tener averiado el espíritu no avanzamos en la vida ni en la virtud, por tener paralizada el alma; “tienes nombre de vivo, pero estás muerto”, eso es lo peor.

Para todos es muleta providencial Santa María, Madre de Dios, que es Madre de misericordia, apoyados en ella, podemos caminar los caminos del Señor, todos los que débiles y torpes en el cuerpo o en el espíritu, vacilamos, claudicamos, nos cansamos y nos paramos con frecuencia. Las muletas vienen a ser unos pilares que sostienen y apoyan al que anda averiado de las piernas. Tu, llamándote y siendo Pilar, te conviertes en la colosal muleta que necesitamos los pobres hijos de Eva que andamos gimiendo y llorando en este valle de lágrimas, llenos de averías en la carne y en el espíritu.

Que misterio de muletas. Por la misma razón por la que “el cojo de Calanda” fue curado y quedó libre de sus muletas, por esa misma razón Madre Genoveva no fue curada, quedó coja para siempre, atada a sus muletas desde los trece años. La razón es el amor de Dios, la razón es la gloria de Dios, en ambos casos. El Señor manifestó su amor en uno y otro caso. El Señor fue glorificado en uno y otro caso. Qué misterio este de las muletas junto al Pilar, la colosal muleta, amparo celestial.

Por amor, Dios restituyó a Pelliser la pierna apuntada: seguramente es tu milagro más ruidoso. Virgen Santa del Pilar. Por amor, Dios no restituyó a madre Genoveva la pierna amputada, y quedó fija de oír vida, sin pierna y con muletas. Todo es cuestión de amor. En todo hay amor de Dios.

Me encanta ver a Pelliser colgar sus muletas porque ya no las necesita. Me encanta contemplar a la beata (hoy en 2021 ya Santa) abrazada gozosamente a sus muletas, sin las que no podrá dar ya 7n paso en la vida y en los dos casos hay una dinámica de amor.

Con tu ayuda es posible sonreír y cantar a la vida, aunque estemos heridos en el alma o en el cuerpo. Sonreír y cantar, para acentuar enseguida nuestra valiente y firme reacción contra los primeros movimientos de la naturaleza que se rebela y el amor propio que protesta. Grítanos desde la altura de tu Pilar, las palabras de Jesús: “Levántate y anda”. Vengan esas muletas, Santa Virgen María, mi Pilar de apoyo; quiero levantarme de mis postraciones, quiero andar, quiero echar a andar por el camino del bien, aunque sea paso a paso, apoyado en ti; sé tú mi muleta, contigo puedo. 

Quiero caminar por las alturas. Puedo ser ángel con muletas. Puedo hacer alas de mis muletas. La beata Genoveva, que andaba siempre y penosamente con muletas, soñaba con ángeles, pensaba en la agilidad de los ángeles, fundó una Congregación de Religiosas “Angélicas”. Tú Pilar es llevado por ángeles. Aunque desgraciados en la vida, tullidos en el cuerpo, maltrechos en el espíritu, podamos tener alas de ángel. Las torpezas, las limitaciones, las incontables y condicionantes “muletas” que llevamos por la vida, no han de ser un peso que nos hunda, nunca han de ser un obstáculo para volar, bajo tu amparo, Santa Madre de Dios, como lo hizo la beata Genoveva.

Santa María pilar sagrado y colosal muleta para débiles y desvalidos, ruega por nosotros

 

(Citas extraídas del mencionado libro Sub tuum praesidium Sancta Maria, Mater Ecclesiae en las páginas 309 a 314, Editorial EDICE, Madrid 2016).

La Asociación Misericordia dio inicio en octubre pasado a una sección nueva. Se trata de transmitir regularmente unos preciosos pensamientos sobre la Santísima Virgen María de autoría del Obispo emérito de San Cristóbal de La Laguna, Canarias, Mons. Damián Iguacén Borau.
Este ilustre Prelado, fue el Obispo más anciano del mundo hasta su fallecimiento el 24 de noviembre.
Cuando Mons. Damián Iguacén cumplió cien años, la Conferencia Episcopal Española publicó un libro denominado “Sub tuum praesidium Sancta Maria, Mater Ecclesiae” que reúne una serie de escritos de D. Damián sobre la Virgen María, dedicados a las más variadas advocaciones y títulos de la Virgen por él ideados.
Por considerarlas de mucha utilidad para nuestros lectores, publicaremos regularmente citas de esos escritos de Mons. Iguacén en el libro editado por la CEE en la Editorial EDICE, Madrid 2016.